diciembre 23, 2009

Huele a Navidad

Como quizás ya se habrán dado cuenta, soy una persona que evoca recuerdos por olores y sonidos. La música y aromas, por ejemplo, me recuerdan episodios de mi vida. Es clásico escucharme decir “esa canción me recuerda la fiesta cuando conocimos a fulanit@” o “ese olor es de cuando íbamos en tercero de secundaria”. Y la música y aromas no sólo me sirven para recordar hechos y épocas. También me hacen sentir tal y como lo hacía en el momento en que los conocí por primera vez.

Y si hay algo que recuerdo con olores y música particulares, es la Navidad.

Hay olores tan propios, tan característicos que no importa la época del año en la que aparezcan. Para mí, simplemente “huela a Navidad”. Como la canela, las galletas de jengibre, el pino fresco, el pavo horneado, el bacalao.

La Navidad para mí, se escucha como alegría. Suena a campanadas, a risas y conversaciones cruzadas. Al clásico “jo, jo, jo” acompañado de cascabeles. Suena a plegarias y buenos deseos. Todo esto resumido en el disco de “Eterna Navidad”, que desde que fue lanzado al mercado, en mi casa se repite una y otra vez año tras año. Primero en su versión de acetato y últimamente (gracias a Dios) en su versión CD.

Para mí, Navidad suena a Pandora cantando “Los peces en el río”, a Mijares entonando “Adeste Fideles” o a Oscar Athié interpretando “La marimorena”. También suena a niños de preescolar tarareando “Los pastores a Belén corren presurosos” o más meláncolicamente “El niño del Tambor”.

El sólo escuchar alguno de estos sonidos, me pone de buenas. Y hace que mi piel se enchine porque siento que la Navidad está cerca. Y no es porque suela festejar el motivo original de la Navidad (Natividad). Más bien creo que la Navidad es un buen pretexto para pensar, perdonar, conciliar, para abrazar y besar, olvidar y dejar ir. Comenzar de nuevo. Es una época perfecta para decir lo que sentimos, para querer más a quienes forman parte de nuestra vida. Es un buen momento para hacer una limpieza mental y tirar todo lo que no nos sirve. Para cerrar un ciclo y empezar limpios el que sigue.

Navidad está cerca. Se huele, se escucha. ¿Ustedes también pueden sentirlo?


diciembre 21, 2009

De mole y otras exquisiteces

¿Alguna vez les he contado que tengo una obsesión por el mole? Sí, soy mexicana de hueso colorado. Una de tantas que aman los frijoles, el arroz, los nopales, las tortillas… y por supuesto, el mole en todas sus presentaciones: con pollo, en enchiladas, en hojaldras y muy recientemente: ¡en romeritos!

Y precisamente, hablando de romeritos, cuando era niña me preguntaba por qué las personas querrían comer esas cositas verdes con mole que mi abuela se tardaba tanto en preparar. Recuerdo que primero los limpiaba varita por varita, después los cocía, exprimía y finalmente les agregaba el mole y el camarón seco. Mi abuela tardaba horas en preparar los 8 ó 10 kilos de romeritos que se cenarían en la cena Navideña y el festejo del Año Nuevo. Eso sí, considerando siempre que quedara un poquito para el famosísimo “recalentado” del 25 de diciembre y 01 de enero.

El punto es que los romeritos nunca se me habían antojado ni siquiera un poco. Durante mis 26 veranos y 26 inviernos, no había querido probarlos. Hasta la semana pasada que, en el comedor había dos opciones de plato fuerte: cerdo glaseado o romeritos con tortitas de camarón. Como definitivamente el cerdo prefiero omitirlo de mi dieta (no lo digiero fácilmente) y tomando en cuenta mi obsesión por el mole (surgida hace unos 5 años, cuando me hice consciente de la explosión sensorial que comerlo implica para mí), decidí seleccionar los romeritos. Y los amé. Con la misma locura y desenfreno con la que amo el mole en todas sus presentaciones.

Y es que el mole es artesanal en cualquiera de sus variedades. Hacer mole a la antigüita va desde tostar diferentes variedades de chiles y semillas como cacahuate o almendra, molerlos, mezclarlos con especias como clavo y pimienta, jitomates asados y chocolate hasta obtener la consistencia espesa que es clásica de este platillo.

El mole sabe a México porque al comerlo no sólo se degusta la mezcla de los ingredientes en el paladar. En cada cucharada de mole se saborea el legado cultural de nuestros antepasados, siglos de tradición y costumbres, cultura gastronómica e historia. En cada bocado de mole nos comemos un pedacito de nuestro país, ¡y qué rico sabe México!

diciembre 17, 2009

Placer Culposo

Debo aceptarlo: tengo un placer culposo. Es una de esas cosas que no le cuento a las personas porque no es socialmente aceptado. Lo hago a escondidas y lo disfruto. Y una vez que empiezo, no puedo parar hasta quedar totalmente satisfecha.

Sí. Amo rascarme los piquetes de insectos. Por alguna razón aún desconocida, tengo reacciones alérgicas a las picaduras de casi cualquier insecto: moscos, moscas, avispillas, hormigas (aún no tengo experiencias cercanas con las abejas). Cuando algún bicho me pica, los efectos son predecibles: ronchas enormes e hinchadas, zona endurecida y con fiebre… y mucha, pero mucha comezón.

Las picaduras abren espacio a la actividad que es protagonista de mi delicioso placer culposo: rascarme hasta decir basta. Con los dedos, con las uñas o con lo que pueda, hasta salivar y emitir el clásico sonido de satisfacción (parecido al que las personas hacen cuando calman su sed): “Ahhhhh!!!”.

Aunque me declaro fan de rascarme los piquetes, no lo hago ni cuento en público porque suelo recibir comentarios desde el bien-intencionado “ponte esta pomada, es buenísima y te quita la comezón” hasta la clásica reprimenda “no te rasques que te vas a sangrar”.

He probado antihistamínicos, polvo de habas y pomadas de todos los colores y sabores, pero nada parece funcionar muy bien. La única cura efectiva es el tiempo. Y por supuesto, unas buenas rascaditas clandestinas que siempre me hacen sentir mejor.


diciembre 14, 2009

Breviario de un finde mágico

El fin de semana no sucedió como yo lo esperaba. Sin embargo, hoy empiezo la semana feliz y cierta de que el mejor regalo que alguien puede tener, es una familia como la mía.

Efectivamente, nos levantamos temprano el sábado: subimos las maletas a la camioneta e hicimos una parada técnica en el supermercado para comprar el desayuno “to-go” (ahorramos tiempo desayunando en la camioneta).

Nos quedamos de ver en la casa de mi primo El Negro (no me miren así, ese nombre se lo pusieron sus hermanos, y además ni siquiera llega a ser moreno) en Cuernavaca para dejar los víveres en el refrigerador y salir todos juntos con rumbo a las grutas de Cacahuamilpa. A continuación, los puntos que resumen la experiencia del fin de semana:

A) Las enfermedades. Una de mis tías se enfermó. La sopa de hongos que se desayunó en Tres Marías sumada a su indigestión previa, hicieron circo en su estómago. Mi sobrino Chinos tuvo fiebre durante todo el sábado y mis primos Piolín y Escritora Sexy estuvieron enfermos de la garganta

B) Los pleitos. Nos perdimos para llegar a las grutas, dimos algunas vueltas y la primera enojada fui yo. No me gusta perderme y tampoco me gusta llegar tarde. Los conductores designados discutieron sobre qué ruta debíamos tomar para llegar a las grutas

C) Los desaires. Mi primo Mikefight, su esposa e hijo, decidieron no llegar por razones aún no conocidas. Y la esposa e hijos de mi primo El Negro, tampoco fueron, así es que él se regresó a su casa en México con su familia

D) Lo aburrido. Las primeras dos cámaras de las grutas son interesantes, y a partir de la tercera todo empieza a ser repetitivo. El resto del recorrido lo hice por el reto de caminar 4 kilómetros. A eso hay que sumarle que el guía de turistas se dedica a explicar lo que su mente retorcida ve en cada una de las piedras como “La barbie”, “El gorila” o “El velo de Novia” (¡a mí nadie me dijo que había que fumar hierba antes de entrar!), siempre narrándolo con el tonito clásico que usan los vendedores en los tianguis (no podría describirlo… intentaré subir un audio próximamente)

E) La indecisión. Que sí vamos a Taxco, que mejor no. Que vayan los que quieran y nos vemos en la noche. Mejor sí vamos todos

F) La visita express. Comimos todos juntos en Taxco y terminamos a eso de las 6 de la tarde. Ahora sí, córrele compadre. Que cada quien visite lo que quiera y pueda antes de que las tiendas cierren. Primero todos echamos un ojazo rápido a la Iglesia de Santa Prisca, que estaba en reparación y después de volada a hacer compras de pánico

G) Lo curioso. Las compras de pánico no fueron objetos de plata, sino collares y aretes de todos los colores y sabores que compramos en un mercado ambulante

H) El repunte. Regresamos a Cuernavaca por la noche, como a eso de las 9. Nos disfrazamos, ya sin muchas ganas y nos sentamos a comer botana. Vernos unos a otros disfrazados nos empezó a llenar de energía, pero lo que terminó de cargar las baterías de todos fue el Karaoke. Qué importa si cantamos bien o mal, el chiste es hacerlo todos juntos, en equipo. ¿Alguna duda de que la música es energética y une almas?

I) El cierre. La pila nos duró hasta las 3 de la mañana. Cantamos canciones de todo y de nada. De las que todos se saben y de las que pocos conocen. Contamos chistes, nos reímos. Nuestras almas se divirtieron y nuestros corazones confirmaron porqué somos una gran familia

J) El día después de mañana. El domingo nos levantamos tan tarde como pudimos (unos más, otros menos). Desayunamos alimentos variados y mientras algunos nadaban en el agua helada de la alberca, otros simplemente tomaban el fresco y compartían historias y anécdotas

K) El regreso. Como a eso de las 2 de la tarde, volvimos a nuestras casas. ¿Cansados? Sí. ¿Felices? También. No todo mundo tiene la suerte de pertenecer

En resumen, mi saldo del fin de semana es:
• corazón contento,
• cuerpo cansado,
• 9 picaduras de insectos varios;
• y el alma totalmente segura de que mi familia es el lugar al que pertenezco

diciembre 11, 2009

Vamos todos en el auto a pasear…

Me voy a disfrazar de Catarina. Tardé dos semanas en preparar mi atuendo. Lo primero fue comprar 2 metros de pellón, dos cajas de crayolas, guata (relleno para almohadas), resorte, hilo y aguja. Después, trazar dos círculos enormes, recortar, coser, colorear, rellenar. Suena fácil, pero es complicado para alguien que hace 10 años que no dibuja con crayolas. Y coser a mano un perímetro de aproximadamente 1.5 metros tampoco fue lo más sencillo. Pero quedó como una gran almohada que hará las veces de coraza.


Los detalles del disfraz incluyen labios rojos y unas enormes pestañas postizas (que originalmente quería usar de manera cotidiana, pero que al probar consideré que me hacían ver como mujer de la vida galante). Vestida completamente de negro con mi caparazón rojo-moteado de pellón, crayola y guata.

La fiesta de disfraces será en Cuernavaca y la nombramos “nuestro Halloween Navideño”. Aprovechando que todos mis tíos, primos y sobrinos estaríamos en México para estas fechas, hace dos meses decidimos organizar un fin de semana familiar de recreación, diversión y convivencia.

Todo empezará con la desmañanada del sábado. Tempranito a bañarse, subir las maletas al coche y viajar al punto de encuentro: la casa del primo al sur de la ciudad. De ahí, saldremos todos juntos en caravana hacia las grutas de Cacahuamilpa (vamos a sacudirnos un poco la ignorancia y a disfrutar de las maravillas que México ofrece). La siguiente parada es Taxco, para visitar Santa Prisca, subirnos al funicular y gastarnos la quincena en plata y chucherías.

Y en la noche, todos a presumir nuestros disfraces.
Suena prometedor ¿no? Los mantengo al tanto.