Que si es natural, que si es una desviación. Lo cierto es que la homosexualidad es un tema de actualidad que causa enorme controversia. En una sociedad tradicionalista y de mente cerrada como la mexicana, es impresionante lo que este tema puede hacer. Basta con que los medios mencionen algo relacionado con “los gays” para que inmediatamente surjan todo tipo de respuestas, desde artículos en la red y comentarios de personas famosas, programas en la TV o hasta marchas.
El tema de la homosexualidad está en boga, debido a la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo y también a que recientemente en México, se está legislando en esta materia para aprobar la adopción de niños por parejas del mismo sexo.
La sociedad está claramente polarizada. Hay personas que están a favor porque consideran el matrimonio y la adopción como derechos fundamentales del ser humano, independientemente de sus preferencias sexuales.
Y por otro lado, hay personas a las que les parece que permitir la adopción y matrimonio entre parejas homosexuales es una aberración contra la naturaleza humana. Este grupo sostiene que el fin último del matrimonio es procrear y perpetuar la especie. Que si se permite que los homosexuales adopten niños, éstos crecerán siendo homosexuales porque es el ejemplo que reciben de sus padres/madres. Que no es un bueno permitir que la homosexualidad se vea como algo “normal”. Y con respecto a estas “justificaciones”, debo admitir que soy la más grande opositora. Ahora les explico el por qué, pero vamos paso por paso:
1) Que el fin último del matrimonio es procrear y perpetuar la especie. Si el fin último del matrimonio fuera sólo procrear y perpetuar la especie, entonces las parejas que deciden no tener hijos, también estarían atentando contra el matrimonio. ¿O no? Según mi humilde entender, las personas se casan porque se aman y desean estar juntas. Un matrimonio se origina por amor y no por el afán de procrear. El tener hijos es una consecuencia del amor de dos personas que comparten algo más que la cama. Y entonces, si dos personas se aman y desean estar juntas y compartir “en las buenas y en las malas”, el sexo de las personas sale sobrando
2) Que si se permite que los homosexuales adopten niños, éstos serán homosexuales. Qué mentira más grande. Si esto fuera cierto, los hijos serían la copia exacta de lo que son sus padres. Y eso haría que los hijos de los alcohólicos, drogadictos, violadores, golpeadores, exitosos empresarios o excelentes deportistas fueran exactamente lo mismo que sus padres. Sin elección, sin escapatoria, sin lugar a dudas. Al menos a mí, me suena tonto cuando lo veo de esa manera. Porque conozco hijos de padres golpeadores que jamás le han puesto un dedo encima a nadie. Y conozco también hijos de exitosos empresarios que son unas lacras sociales. El ser humano nace con la capacidad de elegir. Y el ejemplo de los padres influye, pero no arrastra.
En muchos casos, la determinación de las preferencias sexuales se le atribuye a la educación que han recibido las personas. Que si en casa o en la escuela se les enseñó esto o aquello. Otras veces, se le atribuye a la religión que profesan. En mi opinión, no tiene que ver ni con una ni con otra. Tal vez influye, pero incluso dentro de la misma familia, educada bajo los mismos criterios, preceptos y religión, los miembros pueden tener preferencias sexuales diferentes. Porque las personas homosexuales, provienen de personas heterosexuales. Así es que las preferencias sexuales, al menos para mí, no son algo que se enseñe ni que se herede. Simplemente, es como la inteligencia. Hay personas inteligentes y otras… no tanto
3) Que no es un bueno permitir que la homosexualidad se vea como algo “normal”. Primero habría que definir “normal”. Porque lo que es normal para mí, puede no serlo normal para alguien más. La “normalidad” depende de la cultura en la que se vive, de lo que sucede de manera cotidiana en nuestras vidas. En México, es normal que por el tráfico, el tiempo que lleva trasladarse del hogar al trabajo sea de aproximadamente 1.5 horas diarias. En ciertos lugares de Europa, si te toma más de 45 minutos en llegar a tu trabajo, estás loco y deberías considerar mudarte más cerca. Otro ejemplo. Para las culturas occidentales, lo normal es que el concepto de belleza de una mujer esté ligado a un cuerpo esbelto, busto mediano-grande, pompas y ojos grandes, dientes derechos, sonrisa amplica, labios carnosos, nariz respingada, cabello sedoso. En África, los senos caídos y la nariz ancha son sinónimos de belleza. Y para los árabes, una mujer delgada es sinónimo de un marido que no la alimenta bien. En cambio, las mujeres robustas (rellenitas, pues) son un orgullo para sus maridos, que demuestran con el cuerpo de sus mujeres que sí saben “mantenerlas bien alimentadas” (además de que una mujer de caderas anchas, siempre es preferida a una de caderas estrechas, ya que son mejores a la hora de parir). Entonces, ¿qué es normal? Depende de cuáles sean tus hábitos.
Y por si a estas alturas del post se lo preguntaban, no. No soy gay. Como ustedes saben, soy una persona que ama profundamente la libertad. De ser, de hacer, de crecer, de pensar, de decir. La libertad en toda su expresión. Como me gusta decir siempre “cada quien sus gustos y sus perversiones”.
Mi amor por la libertad sumado a mi afán justiciero, me hacen una ferviente simpatizante de las personas homosexuales. Primero, porque creo que las personas son libres de decidir a quién amar, siendo el sexo lo menos importante. Y segundo, porque me provoca un gran enojo la discriminación de la que son objeto los homosexuales. Y me sale lo defensora y lo justiciera.
Como bien dijo Benito Juárez, cada quien es libre de hacer de su vida un papalote, siempre y cuando no afecte los derechos de otras personas.
Dicen que la esclavitud es cosa del siglo pasado. Pero aún vivimos esclavos de la intolerancia, de la injusticia, de los prejuicios, de información que se difunde sin responsabilidad en los medios de comunicación (e.g. Esteban Arce).
Se supone que en el siglo 21, vivimos en la era de la libertad. Y ustedes, ¿cómo ven? ¿Vivimos realmente libres?
2) Que si se permite que los homosexuales adopten niños, éstos serán homosexuales. Qué mentira más grande. Si esto fuera cierto, los hijos serían la copia exacta de lo que son sus padres. Y eso haría que los hijos de los alcohólicos, drogadictos, violadores, golpeadores, exitosos empresarios o excelentes deportistas fueran exactamente lo mismo que sus padres. Sin elección, sin escapatoria, sin lugar a dudas. Al menos a mí, me suena tonto cuando lo veo de esa manera. Porque conozco hijos de padres golpeadores que jamás le han puesto un dedo encima a nadie. Y conozco también hijos de exitosos empresarios que son unas lacras sociales. El ser humano nace con la capacidad de elegir. Y el ejemplo de los padres influye, pero no arrastra.
En muchos casos, la determinación de las preferencias sexuales se le atribuye a la educación que han recibido las personas. Que si en casa o en la escuela se les enseñó esto o aquello. Otras veces, se le atribuye a la religión que profesan. En mi opinión, no tiene que ver ni con una ni con otra. Tal vez influye, pero incluso dentro de la misma familia, educada bajo los mismos criterios, preceptos y religión, los miembros pueden tener preferencias sexuales diferentes. Porque las personas homosexuales, provienen de personas heterosexuales. Así es que las preferencias sexuales, al menos para mí, no son algo que se enseñe ni que se herede. Simplemente, es como la inteligencia. Hay personas inteligentes y otras… no tanto
3) Que no es un bueno permitir que la homosexualidad se vea como algo “normal”. Primero habría que definir “normal”. Porque lo que es normal para mí, puede no serlo normal para alguien más. La “normalidad” depende de la cultura en la que se vive, de lo que sucede de manera cotidiana en nuestras vidas. En México, es normal que por el tráfico, el tiempo que lleva trasladarse del hogar al trabajo sea de aproximadamente 1.5 horas diarias. En ciertos lugares de Europa, si te toma más de 45 minutos en llegar a tu trabajo, estás loco y deberías considerar mudarte más cerca. Otro ejemplo. Para las culturas occidentales, lo normal es que el concepto de belleza de una mujer esté ligado a un cuerpo esbelto, busto mediano-grande, pompas y ojos grandes, dientes derechos, sonrisa amplica, labios carnosos, nariz respingada, cabello sedoso. En África, los senos caídos y la nariz ancha son sinónimos de belleza. Y para los árabes, una mujer delgada es sinónimo de un marido que no la alimenta bien. En cambio, las mujeres robustas (rellenitas, pues) son un orgullo para sus maridos, que demuestran con el cuerpo de sus mujeres que sí saben “mantenerlas bien alimentadas” (además de que una mujer de caderas anchas, siempre es preferida a una de caderas estrechas, ya que son mejores a la hora de parir). Entonces, ¿qué es normal? Depende de cuáles sean tus hábitos.
Y por si a estas alturas del post se lo preguntaban, no. No soy gay. Como ustedes saben, soy una persona que ama profundamente la libertad. De ser, de hacer, de crecer, de pensar, de decir. La libertad en toda su expresión. Como me gusta decir siempre “cada quien sus gustos y sus perversiones”.
Mi amor por la libertad sumado a mi afán justiciero, me hacen una ferviente simpatizante de las personas homosexuales. Primero, porque creo que las personas son libres de decidir a quién amar, siendo el sexo lo menos importante. Y segundo, porque me provoca un gran enojo la discriminación de la que son objeto los homosexuales. Y me sale lo defensora y lo justiciera.
Como bien dijo Benito Juárez, cada quien es libre de hacer de su vida un papalote, siempre y cuando no afecte los derechos de otras personas.
Dicen que la esclavitud es cosa del siglo pasado. Pero aún vivimos esclavos de la intolerancia, de la injusticia, de los prejuicios, de información que se difunde sin responsabilidad en los medios de comunicación (e.g. Esteban Arce).
Se supone que en el siglo 21, vivimos en la era de la libertad. Y ustedes, ¿cómo ven? ¿Vivimos realmente libres?